Desde que Taylor Swift anunció The Life of a Showgirl, el debate comenzó antes de escuchar una sola nota. Con plumas, brillos y maquillaje dramático, la campaña promocional evocaba un cabaret glamoroso que muchos interpretaron como la promesa de un disco explosivo, lleno de pop hits y teatralidad. Pero al darle play, el resultado se aleja de ese escenario de lentejuelas. Y ahí aparecieron las críticas de quienes se sintieron decepcionados al no encontrar lo que imaginaban. Pero justo ahí está la clave: el álbum no se llama Showgirl, sino The Life of a Showgirl. No es el espectáculo, es lo que ocurre detrás de las luces. Como ella misma sugiere en “Elizabeth Taylor”, a veces la vida de la showgirl no es tan glamorosa como parece. Detrás de los trajes hay arrepentimientos, enemigos, amores y contradicciones. Y son esos pasillos a los que Taylor nos quiso llevar con este álbum.

 

 

Musicalmente, Showgirl no es un quiebre brusco como lo fueron en su momento Red, Reputation o Folklore. Más bien toma el caos íntimo de Reputation pero con un enfoque distinto: en vez de cubrir sus canciones de capas sonoras densas, sus colaboradores dejan espacio a las composiciones. Por eso, algunos tracks evocan fragmentos de distintas eras de Swift: Ruin the Friendship conecta con la nostalgia de Fearless, Cancelled! recuerda a la vibra maliciosa de Reputation y Actually Romantic sorprende como un inesperado diss track hacia Charli XCX que, contra todo pronóstico, funciona. Parecido a thanK you aIMee de TTPD. Es casi como un Eras Tour en miniatura, donde conviven ecos de distintos pasados.

 

 

Sin embargo, el punto más comentado (y criticado) en redes han sido las letras. Swift se ha hecho conocida por su pluma afilada y poética, con joyas como Folklore y Evermore. Aquí, en cambio, juega con un tono más ligero, incluso incorporando expresiones modernas como “girlboss” o “savage”, lo que para algunos resulta chocante al compararlo con metáforas de canciones como Epiphany o Hoax. Pero hay un contexto: hoy Taylor no escribe desde la tristeza, sino desde la cima de su carrera, en un momento de plenitud personal y profesional. Comprometida con Travis Kelce, disfrutando de un presente luminoso, tiene sentido que la poesía se torne más sencilla, más liviana. Y eso no necesariamente es un defecto, sino un reflejo honesto de dónde está parada.

 

 

A primera escucha, es inevitable sentir cierta familiaridad con algunas canciones: Wood recuerda a los Jackson 5 con I Want You Back, su colaboración con Sabrina Carpenter en The Life of a Showgirl suena similar a Cool de los Jonas Brothers, y, por supuesto, Father Figure samplea la canción de George Michael con el mismo nombre. Este aire de déjà vu puede restar frescura o parecer poco auténtico, pero también muestra cómo Swift juega con referencias y guiños al pop de distintas épocas.

 

 

Al final, quizás The Life of a Showgirl no sea el mejor ejemplo del talento lírico de Taylor Swift, ni el disco por el que será recordada en el futuro. Pero sí confirma algo: Taylor sabe cómo construir un gran álbum pop. Entre momentos brillantes, canciones que invitan a bailar desde el primer segundo y otras que ofrecen esa mirada íntima que siempre nos gusta descubrir, el disco cumple su propósito. Y, si somos sinceros, más allá de comparaciones y expectativas, siempre es un placer recibir nueva música de ella. Especialmente cuando, entre líneas, podemos ver que su Wi$h Li$t (solo para entendidos) sigue cumpliéndose y que está viviendo su mejor momento.

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