¿Sabías que a veces un mini vestido dice más de la economía que un informe del FMI? ¿O que un boom de labiales rojos puede hablar más fuerte que cualquier titular económico? Puede sonar superficial, pero la moda siempre ha sido un espejo de lo que pasa en el mundo. Y cuando la economía tiembla, los tacones suben, las faldas se alargan y el maquillaje se convierte en escudo. Porque sí, vestirse también es una forma de resistir.

 

 

Uno de los indicadores más conocidos que vinculan directamente la moda con la economía es el Hemline Index, una teoría propuesta en 1926 por el economista George Taylor, que sugiere que el largo de las faldas y vestidos sube o baja dependiendo de cómo esté el mercado. En tiempos de éxito, las faldas se acortan. Cuando hay recesión, se alargan. Y aunque suene como una metáfora sacada de un blog de estilo, es un patrón que se ha repetido históricamente: basta mirar los años 30 o 2008. La ropa no es ajena al contexto, y muchas veces lo anticipa.

 

 

Otra señal clave en tiempos de crisis es el aumento en la venta de labiales -especialmente los rojos-, un fenómeno conocido como el Lipstick Effect. Cuando las personas no pueden gastar en grandes lujos, optan por pequeños placeres que las hagan sentir bien. Un buen labial, un delineador perfecto o una crema de cara se transforman en amuletos de empoderamiento cuando todo lo demás tambalea. Lo mismo ocurre con la estética “foodie” en el maquillaje: bases inspiradas en leche, sombras con nombres de postres, empaques que imitan dulces. Cuando hasta comer se vuelve un lujo, el deseo se traslada a otros terrenos.

 

 

A veces no necesitas saber de economía para darte cuenta de que hay una crisis. Basta con mirar una pasarela, un cosmetiquero de maquillaje o el street style de cualquier ciudad. La ropa siempre habla. Y cuando el mundo está en problemas, grita. Los diseñadores lo saben y muchas veces lo incorporan de forma consciente en sus colecciones: en épocas de incertidumbre, los colores se vuelven más sobrios, las siluetas más estructuradas o protectoras, como si necesitáramos armaduras para enfrentar lo que viene. Incluso el auge del lujo silencioso —con sus tonos neutros y prendas atemporales— puede leerse como un síntoma de una época que quiere aparentar estabilidad aunque por dentro haya caos. La moda no solo reacciona: interpreta, traduce y a veces hasta predice.

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