En el universo de Sex and the City, cada una de las cuatro protagonistas tiene un estilo que las define y que, de alguna manera, se convirtió en un ícono de la moda de finales de los 90 y principios de los 2000. Si bien Carrie Bradshaw es la más asociada con la extravagancia y el riesgo, Miranda Hobbs marcó un camino diferente, pero igual de importante: el de una mujer que, a través de su guardarropa, desafió las normas de género y rompió con los estereotipos tradicionales de feminidad en la moda.
Miranda, interpretada por Cynthia Nixon, se destacó por su estilo práctico y funcional, especialmente en el ámbito laboral. Como abogada en una ciudad tan competitiva como Nueva York, su vestuario incluía trajes de corte impecable, pantalones de cintura alta y blazers estructurados. Estas prendas clave no solo eran una declaración de poder, sino también una forma de equilibrar su identidad profesional y personal.
A diferencia de sus amigas, Miranda no dependía de vestidos ajustados o tacones altísimos para destacar. Sus elecciones reflejaban comodidad y confianza, un enfoque refrescante que resonó con mujeres que buscaban inspiración para su propio vestuario profesional. A medida que la serie avanzaba, el estilo de Miranda evolucionó, pero siempre mantuvo su esencia. Desde abrigos largos de líneas minimalistas hasta suéteres de cuello alto en tonos neutros, Miranda adoptó una estética que privilegiaba la funcionalidad sin sacrificar el diseño.
Este personaje rompió con la imagen de que las mujeres debían vestirse de manera hipersexualizada o ultrafemenina para ser vistas como exitosas o atractivas. Su estilo se convirtió en un símbolo de empoderamiento, especialmente para mujeres que también navegaban entre el mundo laboral y personal. Además, su capacidad para combinar prendas tradicionalmente masculinas con toques femeninos la convirtió en una figura pionera en lo que hoy conocemos como «power dressing». ¡Simplemente icónica!










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