Por décadas, Hollywood ha sido acusado de tener una fecha de expiración para las actrices. Mientras los hombres pueden seguir protagonizando grandes producciones a lo largo de sus vidas, las mujeres a menudo han sido relegadas a roles secundarios o irrelevantes después de los 40-45 años. Esta desigualdad ha sido tan evidente que se volvió casi una regla dentro de la industria: el «peak» de una actriz llega temprano, y el declive es brusco. Sin embargo, en los últimos años, y especialmente después de la última edición de los Golden Globes, estamos viendo un cambio revolucionario.

 

 

Este año, la gala estuvo marcada por la destacada presencia de mujeres mayores de 50 años, quienes no solo participaron, sino que dominaron las categorías principales. Demi Moore, Nicole Kidman, Pamela Anderson y Jodie Foster, por mencionar algunas, fueron nominadas por sus interpretaciones en papeles complejos y, en muchos casos, protagónicos. Moore en La Sustancia, Kidman en Babygirl, Anderson en The Last Showgirl y Foster en True Detective ejemplifican este fenómeno emergente: las mujeres maduras no solo pueden asumir papeles relevantes, sino que también pueden destacarse como las mejores en ellos.

 

 

Este mismo tema tocó Moore, de 62 años, cuando subió al escenario para recoger el premio a Mejor Actriz en un Musical o Comedia, su primer Golden Globe, por muy impensado que suene. En el discurso, reflexionó sobre sus propios cuestionamientos: “Hace 30 años, un director me dijo que era una actriz superficial. En ese momento, pensé que nunca ganaría algo así, que podría hacer películas que generaran grandes ganancias, pero no un papel significativo. Esa experiencia me marcó durante mucho tiempo y llegué a pensar que ya había alcanzado todo lo que debía lograr. Pero el universo me dijo: ‘Aún no has terminado’”.

 

 

El discurso de Moore fue uno de los momentos más importantes de la noche, ya que puso en palabras un sentimiento compartido por generaciones. Su éxito marca un logro no solo para las actrices, sino para todas las mujeres en general. Ver a este grupo en el punto más alto de sus carreras, superando los 50 años, nos recuerda que nunca es tarde para soñar, para reinventarse o para alcanzar la cima. Ellas nos enseñan que la vida no tiene un cronómetro, y que la presión por tener la vida resuelta antes de los 30 no solo es injusta, sino irreal.

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