Es fácil mirar a las Kardashians y ver solo glamour, escándalos y portadas de revistas, pero nada de esto es coincidencia o suerte. Muchos pasan por alto que detrás de este éxito hay una mente maestra que orquestó todo con años de anticipación: la matriarca, Kris Jenner. Lo más sorprendente no es la fama en sí, sino cómo lo logró. Kris tomó un reality show, un formato que en su momento muchos veían como entretenimiento vacío, y lo convirtió en el punto de partida para construir un fenómeno global. En lugar de conformarse con la fugacidad de la fama de los realities, vio una oportunidad de negocio en cada uno de los miembros de su familia. En este sentido, Kris no solo es una «momager» –palabra que Jenner tiene como marca registrada–, sino que también es una estratega de marketing visionaria.

 

 

Todo comenzó con Keeping Up With the Kardashians en 2007, una plataforma que Kris utilizó para construir una narrativa atractiva alrededor de su familia. A lo largo de las temporadas, Kris se aseguró de que cada miembro de la familia desarrollara una personalidad distinta que conectara con diferentes públicos. Kim, con su glamour y estilo, Kourtney, con su vida familiar, Khloé, con su autenticidad, y así sucesivamente. Kris entendió que, en el mundo de la televisión y las redes sociales, la autenticidad vende, y permitió que la audiencia viera momentos íntimos y vulnerables, humanizando a las Kardashian y creando una conexión emocional con los espectadores.

 

 

El control absoluto sobre la imagen de sus hijos ha sido uno de sus movimientos más brillantes. Mientras otras celebridades intentan ocultar o minimizar sus escándalos, Kris los convierte en narrativas que mantienen al público enganchado. No hay crisis demasiado grande ni historia demasiado pequeña para ser capitalizada. El sextape que lanzó a Kim Kardashian al estrellato es el mejor ejemplo: en lugar de enterrar el escándalo, Kris lo usó como plataforma para catapultar a su hija a la fama global. Digan lo que digan, esta fue una de las jugadas más inteligentes de su carrera. Kim fue el punto de partida de Kris, con el tiempo, pudo potenciar la carrera del resto de la familia.

 

 

Con una estrategia precisa, convirtió a Kourtney, Khloé, y Rob en marcas individuales dentro del clan. Sin embargo, la historia tomó un giro cuando Kylie y Kendall Jenner crecieron, quienes representaron una segunda oportunidad para Kris de impulsar aún más a su familia. Las Kardashians – Jenners han aprovechado su fama y su enorme influencia en las redes sociales –tienen mil millones de seguidores juntas– para poner en marcha 15 empresas en total. Kylie, en particular, superó todas las expectativas, convirtiéndose en la más exitosa del grupo con su marca de maquillaje, Kylie Cosmetics, superando incluso a Kim en términos de impacto financiero y cultural.

 

 

Por lo tanto, estas hermanas no solo son celebridades, son marcas personales cuidadosamente construidas. Cada una tiene su propio nicho, su propio público y, más importante aún, su propio negocio. La habilidad de Kris para convertir la fama en fortunas tangibles, ya sea a través de Kylie Jenner con Kylie Cosmetics o Kim con SKIMS, es algo que pocos en el mundo del entretenimiento han logrado con tanto éxito. Según varias fuentes del sector, la momager, que forma parte del consejo de administración de cada una de las empresas de sus hijos, obtiene el 10% de los ingresos brutos de cada producto, programa de televisión o actuación como modelo en la que participa su familia.

 

 

A medida que las Kardashian exploran nuevas industrias, como el mundo empresarial, el cine y la política, Kris Jenner continúa desempeñando el papel de CEO de una marca familiar que ha trascendido el entretenimiento. Su legado no es solo haber hecho famosas a sus hijas, su verdadero logro es haber cambiado la forma en que entendemos el concepto de “reality show” y «celebridad», demostrando cómo se puede convertir en un negocio multimillonario. Y, si algo ha quedado claro en estos años, es que este imperio está lejos de caer.

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