Con solo pensar en unas botas altísimas, una mini falda, una pomposa melena rubia y mucho -pero mucho- blush, ya tienes al personaje en tu mente: Sabrina Carpenter. Este es uno de los mejores casos que ejemplifican cómo los artistas musicales utilizan la estética para definir su imagen pública y, en consecuencia, fortalecer su marca personal. Su estilo dosmilero (muy inspirado en las muñecas Bratz) no solo ha capturado la atención de sus fanáticos, sino que también se ha convertido en un elemento esencial en términos de marketing.
En el mundo de las celebridades, la coherencia en la imagen es clave para destacar, y Sabrina lo sabe bien. Los minivestidos estilo baby doll y las botas largas con plataforma han marcado su identidad en la moda. Con una estética juvenil y femenina, donde los corazones son un símbolo clave, Sabrina ha creado un estilo que es fácil de identificar y que resuena con su audiencia. Las asimetrías, aberturas y los cortes a la cadera se repiten no solo en sus looks sobre el escenario, sino también en sus conjuntos en las alfombras rojas.
Esta consistencia en su elección de atuendos no es casualidad. Al establecer un estilo que es inconfundible, Sabrina ha logrado que su imagen se grabe en la memoria colectiva de su público y se ha transformado en un ícono de las tendencias actuales. Por ejemplo, el blush blindness. Este enfoque es particularmente poderoso en el mundo digital, donde la imagen lo es todo. Puede ser por esto, sumado a su tremendo talento, que la cantante ha aumentado su popularidad exponencialmente.










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